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EL NIÑO DE LA BICICLETA, en un mundo de padres ausentes.

Una crítica de Lilian Rosales de Canals.


No resulta sorprendente que la cinematografía de los hermanos Dardenne se decante repetidamente por una temática que pone en el centro del drama a un personaje tocado por la soledad, la desidia y el conflicto social. En una constante diferencial que retrata el rostro curtido de quienes se ven atrapados por la arbitrariedad. Sin embargo, el film que lleva por nombre "El Niño de la Bicicleta" pareciese ofrecer, en una pretensión aleccionadora o catártica, lo que "debería ser" o más bien la "visión utópica" en la resolución de esas complicadas, atemporales y ubicuas situaciones que aquejan a nuestra sociedad. 


Los hermanos Jean-Pierre Dardenne (1951, Bélgica) y Luc Dardenne (1954, Bélgica) se han aferrado al sol del verano y al empleo de la música incidental para recrear un final feliz en la vida de Cyril, protagonista del más reciente film con el que han cosechado el Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes.




Estos autores belgas representan en la escena cinematográfica contemporánea una de las parejas de cine más prolíficas y distintivas, junto a los hermanos Cohen en EEUU y los Taviani en Italia. Su producción, un cine naturalista exento de todo artificio, ha dejado marca identitaria desde 1996 cuando se lanzaron al ruedo del mercado ocupando destacado sitio entre la vanguardias europeas.




Y ésta no resulta la excepción de la regla. Por el contrario, "El  Niño de la Bicicleta" es una propuesta coherente con el universo de sus autores. Retrata en mayor medida la figura de un padre sin ataduras morales ni emocionales, también presente en anteriores  producciones galardonadas como: "La Promesa" (1996) y "El Niño" (2005).


Sus temáticas que ahondan en los dramas sociales y ponen en entredicho al sistema, arrastran a los personajes al borde de situaciones dramáticas donde precisan la toma de decisiones trascendentales y a fin de cuentas, muestran la otra cara de la Europa del bienestar. Con esta película, nuevamente avalan su misión de honrar la existencia de los desfavorecidos.


"Le gamin aú velo", nombre original de este film, puede ser una historia común y cotidiana donde el desapego, la comodidad y los dramas familiares, cada vez más habituales, convierten a nuestras sociedades en campos minados de soledades, de individualismos, de solidaridades desvanecidas por el egoísmo reinante sembrado desde el capitalismo.



El germen temático
La película está basada en una historia real de un pequeño japonés que es abandonado por su padre en un centro de acogida para menores con la promesa incumplida de que regresará por él.


Los Dardenne se sintieron inspirados por este drama que conocieron durante un viaje a Tokio y se pusieron a trabajar en una narración en torno a un niño y a un médico. Sin embargo, el guión dió un vuelco hasta acabar en dos personajes belgas: Cyril y Samantha, un pequeño inquieto y una peluquera de barrio.



Ciryl es un niño de unos once años recluido en un centro de menores de Bélgica por su padre quien le abandona a su suerte, generando en el pequeño una crisis emocional que le empuja hasta los límites de la delincuencia. El protagonista inicia así una veloz carrera contra el destino montado en su bicicleta hasta que una joven peluquera (Samantha), a quien el adolescente se aferra, decide rescatarlo de su drama y de los peligros de la calle.


Los creadores insisten en su interés por no desvelar, de forma expresa, las razones que subyacen a ese amor filial entre ambos personajes.




Tradición retocada: luz y sonido
"El Niño de la Bicicleta" se trata del metraje de menor duración de los cineastas belgas. También es posible percibir como, en este caso, se rompe con el tradicional tratamiento de la luz, siendo rodada con sol. Otra curiosidad reside en el uso de música incidental. 


Los Dardenne a menudo utilizaban cámaras de mano y empleaban tan solo la luz disponible, al tiempo que renunciaban a cualquier banda sonora dejando todo el peso narrativo a cargo de los diálogos y las actuaciones. 

Durante la escena en que Cyril huye en bicicleta resulta inesperada la entrada de música que, de forma sostenida y a modo de reiteración, subraya la escena categóricamente. Redundancia que puede parecernos innecesaria y desagradable. Pero que es un recurso simbólico de la narración absolutamente adecuado, común y justificado por sus autores: "La música viene a ser como la caricia, el consuelo y la dulzura que le falta a Cyril. No viene de la trama ni tampoco de los personajes, sino de fuera, y llega en momentos de sufrimiento del niño o para remarcar sus cambios de actitud o de conducta".


Los realizadores belgas: Jean Pierre y Luc Dardenne.
Drama social, condimento infaltable
El realismo descarnado y la presencia de seres marginales son una constante en la filmografía de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, aspectos que  han sufrido un retoque en su intensidad para esta cinta.

Cabe destacar que el tono realista (también conocido como “naturalismo”) se ve sustituido por uno de fábula: la peculiar trama compleja de los argumentos de los hermanos cineastas, da paso a lo diáfano y simple sin dejar de lado su impostura ante el problema social.

"En la sociedad actual los vínculos familiares son mucho más frágiles. Algo pasa en un mundo en el que los padres no se ocupan de sus hijos", expresan. 

Y aunque su cine es definido como "duro", ellos se detienen a aclarar que no lo consideran pesimista y menos aún si se trata de esta pieza, que pretende ofrecer al público un final feliz. Rasgo que ha determinado que algunos se hayan atrevido a bautizarla como "la caperucita roja de los Dardenne".



Buen ritmo
Luc y Jean Pierre señalan que la estructura de esta película obedece a un triángulo (temático-simbólico) construido sobre tres ejes: la ciudad, el bosque y la gasolinera. El primero representa el pasado junto al padre y el presente junto a Samantha; el bosque, un espacio plagado de peligros donde Cyril puede ser tentado a convertirse en un delincuente; y finalmente la gasolinera, un ámbito de transición donde el argumento adquiere giros y reveses.

Dotada de un buen ritmo, esta cinta posee dos picos dramáticos destacables donde las emociones nos hacen presa. Uno, cuando Cyril intenta enfrentar la descarnada realidad: su padre no desea hacerse cargo de él. Otro, en el intento del protagonista por escapar para acometer un acto delictivo.

En palabras de los propios directores es una película fluida con pretensiones de simplicidad que cuenta la ternura, sin edulcoraciones, y muestra un cambio, una ruptura. Nos empujan hasta un cuento de hadas de nuestro tiempo donde un chico es rescatado de la desesperanza y el vandalismo de la calle por la mano de un afecto.

En una sociedad plagada por el individualismo, la película también pareciese pretender recuperar la noción del "vínculo" al plasmar la relación del pequeño y Samantha. Ya que como dicen los Dardenne: "todos somos hijos de alguien o venimos de alguien".

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