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MAR COLL. Todos queremos lo mejor para ella

Una crítica de Lilian Rosales.

Con el regusto aún fresquísimo del Goya recibido a la Mejor Dirección Novel por "Tres días con la familia" en 2009, Mar Coll (Barcelona, 1981) regresa para ofrecer otra valiente apuesta por el cine independiente y volcar todo el espíritu de su nueva creación en la interpretación de la siempre magnífica Nora Navas (Pa Negre). En "Todos queremos lo mejor para ella", la actriz catalana interpreta a Geni, un personaje que colma la gran pantalla alcanzando un magnífico equilibrio entre sutileza e intención dramática. Es una mujer de clase acomodada que ha perdido toda certeza y luce desconcertada e incapaz de retomar el rumbo de su propia vida, luego de sufrir un accidente automovilístico. Acaso así lo desea. Todo ha dejado de tener sentido y esa letanía que trasluce el día a día, en su mirada triste y su indefensión, es captada con atino, libre de excesos melodramáticos, por la cámara. Es posible que una consecuencia de ese tratamiento sea el excesivamente moderado arco dramático del personaje. Su potencia parece perder fuelle hacia el final de la narración, lo que no desmerita la construcción del personaje que hace Navas desde su portento y elegancia. 



En "Todos queremos lo mejor para ella" la directora continúa removiendo resabios de la burguesía catalana, aún cuando asegura que no ha habido intención en ese sentido, y reitera para la prensa que solo se trata de un marco de referencia a la historia. Sin embargo, parece no poder evitar como en su primer largometraje, hurgar en las entrañas de la rancia clase acomodada que reivindica a la familia protectora desde el paternalismo controlador. Y en este sentido, tratándose de un ambiente que claramente conoce, nada se le escapa a Coll quien con absoluta inteligencia da magistrales pinceladas evitando caer en la denuncia, el dramatismo o el  intento de hacer cine didáctico. Pese al empleo del asunto burgués tan solo como marco y pintura, coloca al espectador al centro de sus diversas visiones, motivaciones y verdades contrapuestas, rumbo en la búsqueda natural de la significación y la reflexión. Pero la sutileza que introduce como recurso narrativo, en ocasiones podría dejar la sensación de estar frente a un tibio discurso del genio del ESCAC.

Elenco de "Todos queremos lo mejor para ella" en Barcelona.
La familia y la esencia femenina vuelven al foco de Coll en una insistencia válida con la pretensión de convertirse en firma, para transitar de nuevo sobre esa relación entre los hermanos que se detestan y aman al tiempo, sobre la exasperante, más no arquetípica, frivolidad de algunos de sus personajes que derraman grandes dosis de pátina a la propia existencia y convierten la mentira pequeña en la tacaña excusa para hacer del mundo un lugar más amable y risible, acaso soportable. La mentira salvadora, la mentira habilitadora, la mentira dulce, ocupa un lugar importante en esta historia.

Halagos para todos los secundarios: desde la interpretación de Clara Segura hasta la de Valeria Bertuccelli, pasando por Jordi Costa o Àgata Roca. Mención especial merece Pau Durà, un Dani castrador que se ve superado por la solidaridad a la que se ve obligado por el compromiso moral. Inmovilista, incapaz de reacomodarse a la nueva situación e indiferente ante las profundas necesidades de Geni. Es un personaje muy bien construido que se torna creíble en una pieza sostenida básicamente por ese apego a la extrema realidad.  

La actriz Nora Navas.

El filme que bascula entre la comedia muy ligera  y el drama que hemos descrito como sutil, nos recuerda que todos en el fondo, más allá de la clase referencial a la que alude la película, vivimos pegados al terror de estar solos, a no ser aceptados en el cambio, pero en última instancia a vivir mal acompañados. Y ese miedo es el que ocupa el centro del drama: una  huida que acaba por ser un reencuentro de la protagonista consigo misma.

La tragedia que articula la narración empantana la vida de todos. A todos, quienes quieren lo mejor para Geni. Es allí donde la directora catalana pone en evidencia las cuestionables dinámicas familiares y el amor, empapados en egoísmo que alcanzan a casi todos los personajes de la pieza cinematográfica. Miserias que, en honor a la coherencia, son más que una mera estampa y parecieran hilos intencionados moviéndonos hacia a alguna reflexión. De seguido, vitales y universales preguntas surgen empujadas por el drama de Geni que arrastra la propia vida por la cotidianidad y la autora deja así generosamente al espectador libre en sus propias conclusiones.

La directora Mar Coll durante el rodaje de su segunda película.
Técnicamente íntimo, este film comunica desde la contención a la que se abandona y que se vive desde la butaca como una pérdida de fuelle progresivo. La narración se ve abundada por aquel ritmo ralentizado y alcanza un punto de monotonía. Cuestión de tono y ritmo que no restan valor a la propuesta  honesta y a la moderación de difícil consecución. A pesar de las muy subjetivas apreciaciones, no hay dudas que esta joven creadora se ha convertido en una de las firmas más personales y profundas del cine nacional.  

Estrenada el 25 de octubre en España.


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