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EURODEUDA. Cuánto aguantará la burbuja europea de deuda?

Escribe Marcelo Espiñeira.

...““Europa no es ahora mismo una tierra de futuro para los jóvenes””... 
(Angela Merkel)

Tras siete años de rigurosa aplicación de las políticas restrictivas o de austeridad presupuestaria, como prefiere llamarlas Angela Merkel, los países europeos más vulnerables de la eurozona no han hecho más que empeorar su pésima situación inicial. 


El endeudamiento es un gran lastre que no permite la recuperación económica que el presidente Rajoy ha pretendido vendernos como un logro. La deuda pública española se ha triplicado desde 2008 sobrepasando ya el temido umbral del 100% del PIB, y la de las empresas y las familias ha descendido tan poco durante estos años que no compensa el sacrificio realizado.

Este gran fracaso teledirigido desde Berlin arrastra a la Comunidad Europea hacia un abismo de tierras desconocidas. Las propuestas políticas más radicales suben sus acciones entre un electorado enfadado y defraudado, no sólo en la especialmente maltratada sociedad griega, sino también en Francia, Reino Unido, Holanda y por supuesto que en España.

Se percibe que en el actual contexto de ingravidez económica o deflación (nulo crecimiento y bajada de precios), donde el Bundesbank alemán se siente tan cómodo (mientras perciba los pagos de intereses por deuda desde la eurozona castigada), la convivencia ciudadana podría verse afectada en la brevedad. Como si una gigantesca burbuja amenazara nuevamente la supervivencia del euro, esta vez por motivos sociales relacionados con el aumento desmesurado de la miseria (por encima del 20% en España, Grecia, Portugal, Irlanda y Eslovaquia) y la falta de oportunidades entre los jóvenes de la región (paro juvenil del 24% en Eurozona, 56% en España) o los mayores de 45.

En contrapartida, hay que admitir que la austeridad ha propiciado un mejor rendimiento económico de algunos sectores privados, aunque este fenómeno se encuentre estrechamente relacionado con la salvaje devaluación interna que ha bajado los salarios hasta niveles de pobreza. Ahora, uno de cada tres empleados españoles solo alcanza a ganar 640€ por mes, cifra absolutamente desfasada con el costo de vida familiar. Que seas una multinacional y que ganes está muy bien, lo imperdonable es que estos beneficios operativos obtenidos por el sector de las grandes corporaciones (8% anual en España) apenas si se han reinvertido en el circuito productivo local o mejor dicho: se han evaporado al exterior.

Cuadro comparativo nivel de deuda respecto a PIB en Eurozona

El volumen de deuda de las empresas se ha ido reduciendo a costa de la liquidación o desaparición de miles de pymes, una solución que por supuesto acarreó el incremento del desempleo por todos conocidos y la consecuente reducción del consumo interno. En paralelo, el gasto social del Estado se elevó hasta triplicarse y ni siquiera ha resultado suficiente para paliar el drama de los hogares con todos sus miembros en el paro, que suman 1.789.400 en España. Beneficios para muy pocos, contratiempos o retroceso para la gran mayoría.

Pero el gobierno español dice no tener mucho margen de maniobra, y es bastante cierto porque sus políticas dependen en buena medida del marco que se propicia en Bruselas. Ahora bien, Europa está fuertemente afectada por el elevado nivel de endeudamiento que sufren sus estados miembros. Sin embargo, los apaños del BCE llegan siempre tarde y luego de amargas discusiones con el sector más conservador de la sociedad alemana. La inflación es sinónimo de terror para una buena parte del pueblo alemán y este sentimiento dificulta demasiado la toma de decisiones que estimulen la alicaída demanda interna. En consecuencia, los alemanes no nos resolverán nuestros problemas.

..."La renegociación de la deuda es un reclamo que crecerá en los próximos meses y que posiblemente pueda convertirse en la llave de soluciones a escala mundial"...

En estas condiciones, sin crecimiento, con tasas desorbitadas de paro y una deuda elevadísima con respecto al PIB, no es extraño que las propuestas de una reestructuración o quitas en la deuda exterior, comiencen a resonar en las populares tertulias políticas de la tele vernácula. Más allá de que muchos especialistas señalen a esta receta como inviable porque simplemente provocaría un rechazo generalizado por parte de los mercados con consecuencias nefastas para el futuro del país, lo cierto es que la idea crece en adhesiones.

Los griegos de Syriza piden la suspensión del pago de deuda
Terriblemente cierto es que Europa está gobernada por los mismos dirigentes que luego arreglan en secreto un trato fiscal de favor con las multinacionales. Es decir, que las teorías económicas que sostienen en público, luego las niegan en privado. Por esta misma razón ha crecido el descrédito entre los ciudadanos hacia los propulsores de la angustia entre los que menos tienen. Hay límites para las recetas macroeconómicas y estos están marcados por el sufrimiento generalizado en una determinada sociedad.

La renegociación de la deuda es un reclamo que crecerá en los próximos meses y que posiblemente pueda convertirse en la llave de soluciones a escala mundial. No hay que olvidar que el nivel de endeudamiento global de los países (sumados el estatal, el de las familias y las empresas) acaba de marcar un nuevo record del 212% sobre el PIB mundial. Las grandes potencias como China (215% del PIB) o EEUU (300% sobre el PIB) poseen deudas colosales, sostenidas únicamente por el monumental tamaño de sus economías, pero que han entrado en una espiral ascendente que impone correcciones urgentes. Otro tanto sucede en Europa, donde es indispensable que se solidifique un contrapeso al poder de Merkel para intentar nuevas salidas ante una crisis que se ha extendido peligrosamente en el tiempo. 

Desde la hecatombe financiera producida en 2008, algunas tendencias se han perpetuado durante estos años. El incremento del gasto estatal en la UE reemplazó la retirada de la inversión privada. En consecuencia, la deuda pública se disparó, financiada por un sistema perverso de emisión de bonos a bajos intereses que permite a ciertos bancos enriquecerse sin hacer casi nada, facilitando una simple redirección de la emisión monetaria del BCE destinada a la compra de la deuda soberana.


Ni EEUU, ni el Reino Unido han aplicado esta receta. Los americanos facilitaron la pronta reestructuración de la enorme deuda de sus ciudadanos, contemplando la dación en pago en el caso de los créditos hipotecarios. Al mismo tiempo recapitalizaron su banca con una intervención sin titubeos de la Reserva Federal. Los ingleses usaron la misma medicina y además aceptaron una inflación controlada que ha facilitado el pago de la deuda. La austeridad de Merkel no reaccionó a tiempo con la banca golpeada, ni el BCE ha actuado en una línea coherente de salvataje a los estados más afectados. Para colmo, la deflación es el monstruo que atenaza la deuda de los países empobrecidos y los condena a pagar los derroches de los buenos viejos tiempos por toda la eternidad. Si sumamos a este despropósito, el alto índice de corrupción reinante, las notables desigualdades en el aspecto fiscal en perjuicio de los más pobres y la escasa perspectiva de mejorar en el corto plazo, nos explicaremos porque el euroescepticismo puede arrasar en 2015. 


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