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SOFOCANTE. El cambio climático

Escribe Marcelo Espiñeira.

En diciembre próximo, Paris será anfitriona de una cumbre decisiva en cuanto al problema del cambio climático. Es coincidente por parte de los expertos, que el clima es una cuestión de ayer, no de mañana. Por lo tanto, la toma de grandes decisiones y responsabilidades por parte de nuestros líderes políticos se ha convertido en ineludible. De la llamada COP21 debería salir un firme compromiso de las grandes potencias para reducir desde ahora las emisiones de gases de efecto invernadero. 

La temperatura de la Tierra aumenta, el nivel de los mares sube, se producen más incendios, cambian los patrones migratorios de las aves y se expanden las zonas desérticas. El cambio climático está activo. Según el prestigioso geólogo Mariano Marzo: "es el precio que tenemos que pagar por el nivel de vida y la demografía que ha alcanzado nuestra civilización".

Los 2.500 científicos que reportan a la ONU confirmaron que la temperatura en la Tierra se ha elevado casi un 1º en los últimos 150 años. Un par de grados más, probablemente serían letales para la humanidad y el resto de especies conocidas. Sin embargo, hemos venido posponiendo la toma de grandes decisiones desde los años `70, cuando la comunidad científica comenzó a alertar sobre los efectos del calentamiento global.

Esto no significa que el hombre fuera ignorante del delicado equilibrio terrestre hasta ese momento. Los griegos antiguos, en el siglo V a.C., ya postulaban que el equilibrio de la permanencia de los seres en el mundo se basaba en la relación entre cuatro elementos fundamentales: el aire, el agua, la tierra y el fuego. Para el filósofo Empédocles: "la realidad es una esfera con los cuatro elementos que al mezclarse dan la diversidad de la vida y los cambios que acontecen en el mundo". Justamente la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera está quebrando el equilibrio señalado por los sabios griegos. Es como si hubiéramos puesto una manta sobre la Tierra, que provoca que el calor que nos llega desde el sol se retenga. El problema es que estamos quemando tantos combustibles fósiles, estamos lanzando tanto CO2 y otros gases a la atmósfera que el planeta está absorbiendo demasiada energía y se está calentando. 

Este calentamiento provoca que los glaciares pierdan 92km3 de hielo al año y que en pocas décadas la mayor parte probablemente desaparezca. Que el aumento del nivel de los mares sea de 3,1 mm al año y que provoque serias inundaciones para 2050. Que estén amenazadas el 50% de especies vegetales y el 97% de las especies animales, y que estemos todos expuestos a fenómenos atmosféricos cada vez más extremos, tormentas, tifones y huracanes más frecuentes. 

España está en la mira del cambio y se verá seriamente afectada si no cambiamos este destino. Según el ecólogo marino Enric Sala: "España es uno de los países que sufrirá más los efectos del cambio climático. Los expertos prevén que haya más aridez, más sequía, menos precipitaciones". Tenemos el 31% del territorio en vías de desertización, porque caen un 7% menos de lluvias al año y sufrimos la pérdida del 0,55% anual de la superficie forestal. 


Se espera que el Mediterráneo español se desertice y que el norte se parezca mucho más al Mediterráneo actual. Parte del sur de España ya tiene las condiciones climáticas que tenía Marruecos hace 25 años. Se perderán las zonas de bosques, las partes más frescas y húmedas. 

Para entender mejor el carácter de este problema diremos que existe un flujo de energía constante entre el espacio, la atmósfera terrestre y la superficie de la Tierra que permite mantener la temperatura en nuestro planeta. La Tierra recibe radiación solar y a su vez emite energía hacia el espacio. Gran parte de esta energía es absorbida por los gases de la atmósfera. Este es el efecto invernadero. Cuando el equilibrio se altera en este fluido energético, la atmósfera retiene más calor y el planeta se calienta. En las últimas décadas, la temperatura terrestre ha aumentado casi un 1º debido al incremento del dióxido de carbono en la atmósfera. 

Los primeros cambios comenzaron en la atmósfera. Justamente esta composición de gases que denominamos así es lo que permite el desarrollo de la vida en la Tierra. Sin la existencia de la capa atmosférica, la temperatura promedio sería 30º promedio más baja que la actual, sería un sitio imposible de habitar. 

No obstante la dimensión de esta cuestión, algunas soluciones potenciales están apareciendo, pero no serán eficaces a menos que la sociedad modifique sus hábitos actuales de consumo energético. Mariano Marzo es taxativo al respecto: "en España, el transporte representa casi el 50% del consumo energético final. Nuestro país debería tomar medidas urgentes para cambiar este sector. Sin el petróleo, nuestra forma de vida actual sería impensable. Esta materia prima que nuestro planeta tarda un millón de años en sintetizar, nosotros la estamos consumiendo a razón de 160.000 litros por segundo. Es evidente que es una ecuación insostenible. Este regalo de la naturaleza lo estamos desperdiciando a un ritmo trepidante con efectos demoledores sobre la salud de nuestra atmósfera".

España es el segundo productor de energía eólica de Europa, después de Alemania y con un nivel de producción cercano al de EEUU. Al año, la energía eólica produce unos 36.000 gigavatios/hora, lo que representa un 10% de la producción eléctrica nacional. La producción de las renovables (fotovoltaica y eólica combinadas) en España cubre el 20% del consumo energético anual. 


En verano de 2003, Europa soportó una catastrófica ola de calor. El gobierno español admitió la muerte de 59 personas por el efecto del calor. Sin embargo, se sabe que 35.000 europeos fallecieron a causa de aquel verano infernal. Solo en Francia, más de 14.000 personas murieron en pocas semanas. Este episodio ha sido el más representativo de los sufridos en la región. Sin embargo, en otras zonas del planeta, los cataclismos se han intensificado en su frecuencia y potencia destructiva.

Los cambios climáticos siempre han existido, pero nunca antes en la historia de la humanidad habíamos sufrido un proceso de calentamiento global como el actual. El impacto sobre los seres humanos todavía es complicado de observar, pero este se percibe a simple vista en los animales salvajes. Desde siempre, las aves han sido un indicador muy eficaz de la salud de la naturaleza. Su presencia señala que un ecosistema está bien conservado, su ausencia todo lo contrario. Los investigadores descubrieron en los años `70 que muchas aves preferían no emigrar, porque la escasa diferencia en las temperaturas no les compensaba el esfuerzo del viaje. En consecuencia, algunas especies están perdiendo éxito en los procesos de reproducción y sus poblaciones se reducen sensiblemente, hasta quedar amenazadas por la extinción. 

La península antártica
es la zona del hemisferio sur
que más se ha calentado
en los últimos 50 años

Las regiones polares son muy importantes en el contexto presente. Las masas de hielo del Ártico se están fundiendo a un ritmo vertiginoso. En el hielo notamos de manera más espectacular el cambio climático. Más del 90% del hielo está en la Antártida y el resto en Groenlandia, y allí se observan los cambios de una manera mucho más evidente que en el resto del planeta. La península antártica es la zona del hemisferio sur que más se ha calentado en los últimos 50 años. Los glaciares patagónicos de montaña están desapareciendo a gran velocidad. Otro tanto sucede con los glaciares del Pirineo, donde ahora hay nueve veces menos extensión de hielo que hace 120 años atrás. Un retroceso que se ha acelerado en los últimos 25 años, dejando solo cuatro macizos pirenaicos con glaciares en la actualidad. El glaciar del Monte Perdido (Huesca) se ha reducido en un 56% y si no cambiara pronto esta tendencia, está condenado a desaparecer. Este es un fenómeno que afecta directamente a la cuenca hídrica local que depende en gran parte del derretimiento del hielo de los glaciares durante los veranos. Un sistema que ya se está viendo afectado o reducido en su caudal. En contraposición, cada día gastamos más agua en consumo personal o industrial, pese a que España está en niveles de consumo moderado dentro de Europa. Sin embargo, en un futuro cercano, el agua será un recurso escaso. En este sentido, no toda la infraestructura construida en los últimos tiempos ayuda a evitar este derroche. Por ejemplo, los embalses artificiales favorecen la evaporación del agua. El caudal del agua dulce que debería llegar al océano ofreciendo fertilidad a su paso, se ha visto afectado y esta merma también influye negativamente en la vida marina del Mediterráneo. 

El aumento del nivel de los mares y de la temperatura de sus aguas también ejercerá su influencia en las costas españolas. Sobre todo en las costas gallegas, islas canarias y mediterráneas, donde subirá muchísimo el riesgo de inundaciones. Los estudios documentan un calentamiento importante en la parte superior del océano, aunque menores que los registrados en la atmósfera. El nivel de los mares se ha elevado y también el nivel de acidez de sus aguas. Si las aguas siguen subiendo al nivel registrado y repiten los modelos científicos, a futuro muchas poblaciones se verían afectadas, como el delta del Ebro, las lagunas de Doñana y otras regiones costeras que podrían desaparecer bajo el avance del Mediterráneo. Lo complicado del caso es que ninguna barrera artificial funcionaría para detener esta subida. La única solución es la prevención, es decir que deberíamos reducir las emisiones ahora mismo. Otro campo de acción pasaría por reducir la explotación pesquera, crear muchas reservas marinas y evitar la contaminación de las aguas. Con estas acciones podríamos mejorar la salud del Mediterráneo.


La desertización amenaza un 31% del territorio español, principalmente al valle del Ebro, la cuenca del Guadalquivir y la vertiente del Mediterráneo. En condiciones normales, los árboles serían nuestro escudo defensivo de los gases de efecto invernadero, porque absorben el dióxido de carbono, lo convierten en oxígeno y luego lo devuelven a la atmósfera. Pero esta desertización sufrida acaba con los bosques de otrora y este proceso nos deja indefensos ante el citado dióxido de carbono. La contraofensiva en este caso estaría representada por el mantenimiento de diversos programas de reforestación, que no siempre alcanzan para contrarrestar esta deriva. 

La sequía y las altas temperaturas suponen un peligro para los territorios forestales y la población. En las últimas décadas se ha incrementado el número de incendios producidos y según informes del ICSC, en España aumentarán durante los próximos años. Finalmente, la construcción en las zonas costeras debería posponerse indefinidamente e incluso debería trasladarse esas poblaciones al interior del territorio. Aun a riesgo del impacto económico que esto podría ocasionar a corto plazo, ya que nuestros gobiernos deberían planificar ahora pensando en los próximos 50 o 60 años. 

Es razonable pensar
que deberemos asumir
un estilo de vida más moderado
en cuanto al consumo energético

Para revertir esta amenaza tan grande, no existe una solución mágica que pueda ser establecida por un gobierno o un líder político en particular. Aunque es cierto que será necesario un cambio de dirección decisivo que podría darse en la cumbre de Paris. Sin embargo, será la actitud adoptada por los ciudadanos corrientes, la que podrá finalmente torcer el rumbo catastrófico que ha adoptado el cambio climático en nuestro ecosistema, el planeta Tierra.  

La globalización del problema ambiental es nueva para la ciudadanía, no tanto para los naturalistas. En el siglo XIX ya se buscaba la ley general de la naturaleza, muchos sabían que la Tierra era un lugar irreemplazable y lo que hacías aquí, repercutía más allá. Ahora lo sabemos con total claridad. La única vía de cambio posible pasa por acabar de una vez por todas con la economía basada en los combustibles fósiles y reemplazarla por las energías renovables. Según Mariano Marzo: "la ecuación es apostar por las renovables al máximo, pero también es hacer más con menos, todo combinado con el ahorro. En el caso local, la energía solar y la eólica son las que tienen un futuro más brillante por delante".  

Sería fundamental aprovechar el salto tecnológico que dimos en la era del petróleo para transformarlo ahora en una nueva producción de energías limpias no contaminantes. Es razonable pensar que deberemos asumir un estilo de vida más moderado en cuanto al consumo energético. En nuestro crucial desafío, la innovación y la investigación jugarán un papel decisivo. Si tomamos conciencia de que el problema es de todos, esto nos llevará a asumir que la solución inevitablemente también está en nuestras manos. Esta es nuestra esperanza.

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